Situada entre Europa y Asia, el mar Negro y el Mediterráneo esta ciudad


Tras la conquista turca y el posterior enfrentamiento hispano-otomano en el Mediterráneo no desaparecen los testimonios de viajeros, sino tiene un cambio. Esta vez a través de las voces de los cautivos como el protagonista de El viaje de Turquía o Diego Galán a finales del siglo XVI. Es más, los turcos gozan de un cierto protagonismo en la literatura española del Siglo de Oro en obras como El Otomano Feroz de Lope de Vega o La Gran Sultana de Cervantes. Estambul se convierte así en la morada del Gran Turco, enemigo de la monarquía hispánica, cuyos corsarios asolaban las costas españolas y cuyas tropas llegaron a los muros de Viena, el feudo de los Austrias. Será precisamente en el siglo

Los siglos posteriores la rivalidad hispano-otomana decae, firmando las paces en 1782. Poco después Carlos III envía una expedición para crear la embajada española con regalos para la corte otomana, entre otros 48 cajones de cacao: “Al Gran Señor: seis fardos de cacao; quatro caxas de chocolate [...] Al Gran Visir: ocho botes de tabaco, dos caxas de chocolate [...]”[1]. En este contexto, la mirada de los viajeros ilustrados españoles intentó crear una nueva imagen de los turcos dentro del contexto del siglo de las luces, intentando demostrar que eran una nación amiga con la que se podía tener relaciones comerciales.
Estambul tiene su mejor momento en el romanticismo francés, empezando por el vizconde Chateabriand a principios del siglo XIX y con Lamartine, el cual afirmo que esta era la ciudad más bella del mundo. Poco después las opiniones de otros viajeros escritores como Flaubert, Nerval o Gautier, en el ecuador del siglo, corroboran esta afirmación, haciendo de Estambul un destino romántico donde se podía entrar en contacto con un mundo exótico, multiconfesional, heredero de un pasado glorioso. Es en este momento cuando la burguesía ilustrada empieza a i


La burguesía ilustrada de principios del siglo XX no se conforma con ir a París, Londres o Berlín, al estar al estar contagiada por el virus del exotismo, uno de los elementos claves del modernismo. Las revistas ilustradas, catálogos de exposiciones de pintura orientalista, álbumes de fotografías con retratos de sultanes, odaliscas, vistas panorámicas y las exposiciones universales habían acercado Estambul a esta burguesía a la que pertenecen los Amatller, con inquietudes culturales y un interés por la fotografía que les permitía transmitir sus percepciones a sus amigos y familiares, utilizando instituciones como el Centro Excursionista de Cataluña. En este contexto, la capital de los sultanes otomanos les había permitido entrar en contacto con el islam, a través de mezquitas, cementerios musulmanes o cofradías de derviches, ganándose la

El viaje a Estambul es también un desplazamiento a través del tiempo donde pasado bizantino de la ciudad está muy presente en determinados monumentos, como Santa Sofía o las ruinas del Hipódromo o en el Museo Arqueológico inaugurado en 1891 gracias a los esfuerzos de Osman Hamdi Bey con unos sarcófagos que llamaron la atención de los Amatller. Sin embargo, Estambul es ante todo una capital cosmopolita, donde coexistían diferentes religiones y habitan las diferentes etnias del imperio. Es precisamente el cosmopolitismo otomano el que permite a los Amnatller integrarse en la geografía social de la ciudad, donde la burguesía española también podía tener su lugar. Dos de los mejores observatorios de este ambiente son el puente del Gálata, cerca de los muelles y de los bazares y el selamlik, el momento en que los viernes el sultán con sus tropas se dirigía a una

En definitiva, los Amatller fueron testigos de un Estambul imperial que hoy ya no existe, dejándonos constancia de ello. Gracias a su testimonio y a sus impresiones no ha desaparecido del todo.
BIBLIOGRAFÍA
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RUBIO TOBAR, Joaquín (ed): Libros españoles de viajes medievales. Madrid, Taurus, 1986.
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TOPRAK, Zafer: “From traveler to tourist, from craft to industry” en Istanbul, Vol II, nº 1, invierno de 1994.
[1] José Moreno, Viaje a Constantinopla en el año 1784. Madrid, Sacha, 1790, p. 48-49.
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