jueves, 22 de marzo de 2007

Destino Estambul.


Situada entre Europa y Asia, el mar Negro y el Mediterráneo esta ciudad ha sido tanto lugar de paso como destino de toda una serie de viajeros desde la antigüedad, al ser capital de dos de los imperios más importantes de la historia, el bizantino y el otomano. Ya durante la Edad Media, tras la visita de la emperatriz Elena a Tierra Santa, muchos peregrinos pasaron por Constantinopla para ir a Jerusalén procedentes del Norte siguiendo el curso del Danubio, del Don o del Dniéper. La Edad Media supone un descubrir nuevos mundos en la búsqueda de lo maravilloso. Es en este momento cuando la ciudad se convierte en punto de encuentro entre Oriente y Occidente, tal y como lo describió Marco Polo en el siglo XIII. Este viajero veneciano no fue el único que la conoció y dejo constancia de su fase bizantina. Benjamín de Tudela, fue autor de un interesante documento sobre la ciudad en el siglo XII y en 1403 Clavijo, camino de Samarcanda enviado por el rey de Castilla. Como se puede apreciar los motivos de los viajes eran muy dispares, peregrinaciones, búsqueda de rutas comerciales o de nuevas alianzas políticas.

Tras la conquista turca y el posterior enfrentamiento hispano-otomano en el Mediterráneo no desaparecen los testimonios de viajeros, sino tiene un cambio. Esta vez a través de las voces de los cautivos como el protagonista de El viaje de Turquía o Diego Galán a finales del siglo XVI. Es más, los turcos gozan de un cierto protagonismo en la literatura española del Siglo de Oro en obras como El Otomano Feroz de Lope de Vega o La Gran Sultana de Cervantes. Estambul se convierte así en la morada del Gran Turco, enemigo de la monarquía hispánica, cuyos corsarios asolaban las costas españolas y cuyas tropas llegaron a los muros de Viena, el feudo de los Austrias. Será precisamente en el siglo XVI cuando el imperio Otomano conozca su mejor momento, llegando desde Túnez hasta Irak y de la península Arábiga hasta Hungría. Estambul era el lugar en donde se vendían los productos del todas estas tierras y donde coexistían musulmanes con judíos expulsados de España, con los descendientes de los griegos bizantinos.

Los siglos posteriores la rivalidad hispano-otomana decae, firmando las paces en 1782. Poco después Carlos III envía una expedición para crear la embajada española con regalos para la corte otomana, entre otros 48 cajones de cacao: “Al Gran Señor: seis fardos de cacao; quatro caxas de chocolate [...] Al Gran Visir: ocho botes de tabaco, dos caxas de chocolate [...]”[1]. En este contexto, la mirada de los viajeros ilustrados españoles intentó crear una nueva imagen de los turcos dentro del contexto del siglo de las luces, intentando demostrar que eran una nación amiga con la que se podía tener relaciones comerciales.

Estambul tiene su mejor momento en el romanticismo francés, empezando por el vizconde Chateabriand a principios del siglo XIX y con Lamartine, el cual afirmo que esta era la ciudad más bella del mundo. Poco después las opiniones de otros viajeros escritores como Flaubert, Nerval o Gautier, en el ecuador del siglo, corroboran esta afirmación, haciendo de Estambul un destino romántico donde se podía entrar en contacto con un mundo exótico, multiconfesional, heredero de un pasado glorioso. Es en este momento cuando la burguesía ilustrada empieza a interesarse por otras culturas, produciéndose el paso del viajero al turista, en otra palabras, de la expedición a las vacaciones, en las cuales conocemos con fastidio la fecha de reincorporación al puesto de trabajo. Varios son los factores que impulsan esta transformación. La aplicación del vapor a los medios del transporte permitía llegar a Estambul a través de los barcos de la Mensajerías de Marsella por el Mediterráneo o del Lloyd austríaco por el Danubio y el mar Negro, algo similar sucede en 1888 con la inauguración de la línea férrea con uno de los trenes más famosos y literarios de la historia, el Orient Express, utilizado por la familia Amatller en 1905. La apertura del canal de Suez en 1869, agilizando las comunicaciones entre Europa y Asia, impulsó el nacimiento de una de las primeras agencias turísticas, la Cook, a la vez que las guías de viaje fueron desplazando a los libros de viajero, al actualizar la información y estructurarla según las necesidades e intereses de los turistas. Hoteles, restaurantes, bancos, museos, teatros y diarios en inglés o francés van surgiendo en Estambul a partir de los años 1860 para satisfacer a estos nuevos visitantes, por lo que cuando la familia Amatller llega a la capital otomana había toda una infraestructura montada alrededor del turismo, la cual no sale reflejada en las fotografías ya que la imagen que se proponen crear es otra. El turista busca lo que considera lo auténtico, que no es otra cosa que lo pintoresco, cayendo a menudo en lo cutre, como en el caso de las descripciones de Teresa Amatller de las calles embarradas de Estambul.

La burguesía ilustrada de principios del siglo XX no se conforma con ir a París, Londres o Berlín, al estar al estar contagiada por el virus del exotismo, uno de los elementos claves del modernismo. Las revistas ilustradas, catálogos de exposiciones de pintura orientalista, álbumes de fotografías con retratos de sultanes, odaliscas, vistas panorámicas y las exposiciones universales habían acercado Estambul a esta burguesía a la que pertenecen los Amatller, con inquietudes culturales y un interés por la fotografía que les permitía transmitir sus percepciones a sus amigos y familiares, utilizando instituciones como el Centro Excursionista de Cataluña. En este contexto, la capital de los sultanes otomanos les había permitido entrar en contacto con el islam, a través de mezquitas, cementerios musulmanes o cofradías de derviches, ganándose la admiración de sus conciudadanos. A casi todos los turistas les gusta fascinar a la vuelta de sus vacaciones, intentado quedar como un héroe romántico en un entorno exótico y hostil, a veces organizando puestas en escena acompañadas de música del país visitado, muestras de la gastronomía local o disfrazándose con los trajes regionales adquiridos en los bazares.

El viaje a Estambul es también un desplazamiento a través del tiempo donde pasado bizantino de la ciudad está muy presente en determinados monumentos, como Santa Sofía o las ruinas del Hipódromo o en el Museo Arqueológico inaugurado en 1891 gracias a los esfuerzos de Osman Hamdi Bey con unos sarcófagos que llamaron la atención de los Amatller. Sin embargo, Estambul es ante todo una capital cosmopolita, donde coexistían diferentes religiones y habitan las diferentes etnias del imperio. Es precisamente el cosmopolitismo otomano el que permite a los Amnatller integrarse en la geografía social de la ciudad, donde la burguesía española también podía tener su lugar. Dos de los mejores observatorios de este ambiente son el puente del Gálata, cerca de los muelles y de los bazares y el selamlik, el momento en que los viernes el sultán con sus tropas se dirigía a una mezquita a rezar. Los Amatller estuvieron presentes en estos dos entornos realizando fotografías de uniformes militares, en definitiva, tipos y costumbres dotados de color local y exotismo. El encuentro con los pobladores de Estambul les depara una sorpresa, el contacto con los sefardíes, los cuales también pertenecen a la cultura del español y muchas veces se convierten en mediadores entre los viajeros y los otomanos. Teresa los describe en un momento en que la sociedad española los estaba redescubriendo, gracias a la campaña del senador Angel Pulido, autor de Españoles sin patria y la raza sefardí publicado en Madrid en 1905.

En definitiva, los Amatller fueron testigos de un Estambul imperial que hoy ya no existe, dejándonos constancia de ello. Gracias a su testimonio y a sus impresiones no ha desaparecido del todo.

BIBLIOGRAFÍA
CORDOBA, Joaquín María (ed): Españoles en Oriente próximo (1166-19126). Madrid, CSIC, 2005. Nº 711-712 , tomo CLXXX de Arbor. (marzo-abril 2005)
EBERSOLT, Jean: Constantinople Byzantine et les voyageurs du Levant. París, Ernes Leroux, 1918.
MARTÍN ASUERO, Pablo: Viajeros hispánicos en Estambul, de la cuestión de Oriente al reencuentro con los sefardíes (1784-1918). Estambul, Isis, 2005.
RUBIO TOBAR, Joaquín (ed): Libros españoles de viajes medievales. Madrid, Taurus, 1986.
SERVANTIE, Alain: Le Voyage à Istanbul. Byzance, Constantnople, Istanbul du Moyen Âge au XXe siècle. Bruselas, Complexe, 2003.
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TOPRAK, Zafer: “From traveler to tourist, from craft to industry” en Istanbul, Vol II, nº 1, invierno de 1994.

[1] José Moreno, Viaje a Constantinopla en el año 1784. Madrid, Sacha, 1790, p. 48-49.

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