martes, 2 de septiembre de 2008

Adolfo de Rivadeneyra, de Valparaiso a Siria, Ceilán y Persia


El 23 de diciembre de 1863, un joven de veintidós años es destinado al Consulado de España en Beirut, ciudad a la que llegará dos meses más tarde. Para entender la presencia de este diplomático español en Oriente hay que tener en cuenta la política externa española en el siglo XIX, un siglo especialmente nefasto para nosotros ya que se inicia con la invasión de las tropas de Napoleón en 1808, un momento de debilidad que es aprovechado por las colonias americanas para emanciparse de la metrópoli. España pierde su imperio en ultramar y además tiene que hacer frente a una guerra civil entre liberales y conservadores en 1833 por la sucesión de Fernando VII, ganando los partidarios de su hija, Isabel II, lo cual supone el triunfo del liberalismo en 1839. Así, amparada por la Europa Liberal intenta lograr el rango de potencia, participando en la Guerra de Crimea, 1853-55, como observadores en la coalición de apoyo a los otomanos, o junto con los franceses en la expedición a la Cochinchina en 1858, que se saldó con la toma de Saigón y el control galo de Indochina diez años más tarde. Si bien la expedición tuvo éxito gracias a las tropas curtidas en Filipinas, España no consiguió ampliar sus territorios. Sin embargo, la moral de los políticos y militares estaba bastante alta y un año más tarde conquistan Tánger y Tetuán en Marruecos, logrando de esta manera entrar en la carrera colonialista en África, un continente que se disputaban Francia, Gran Bretaña, Holanda, Bélgica, Portugal e Italia.

Volviendo al imperio Otomano, los sucesos del verano de 1860, en el cual se produce una revuelta entre cristianos y drusos en la montaña libanesa, extendiéndose por el valle de la Beqaa, llegando a Damasco produce una de las primera intervenciones europeas, al enviar Napoleón III su flota para pacificar la región, ante la pasividad de las autoridades otomanas. La opinión pública internacional prestó una gran atención a las revueltas al producirse ataques a representaciones europeas e instituciones religiosas. Uno de ellas fue el convento español franciscano de Damasco, cuyos ocupantes, siete españoles, tres libaneses y un austriaco, fueron asesinados. La prensa española siguió en conflicto, publicando también varias cartas de Adbel Kader el Argelino, convertido en héroe y protector de los cristianos de Damasco. A España le fue asignada una indemnización de algo más de dos millones de piastras, con lo que reconstruyó el convento, los cuales fueron cobrados a través de Consulado en Beirut. Es en este momento cuando desde Madrid se decide abrir un viceconsulado en Damasco, ampliándose así la red de representaciones españolas que contaba con una Legación ante Sublime Puerta y con presencia en Beirut, Jerusalén, El Cairo y Esmirna.

Este es el contexto histórico de Adolfo de Rivadenyra, en el marco de la Cuestión de Oriente, donde la Europa liberal retirará su apoyo a los turcos, dejando que con la ayuda de Rusia se independicen los Balcanes en 1878, Chipre pase a estar bajo control británico, pierdan las colonias del norte de África a finales del siglo XIX y las provincias árabes tras la Primera Guerra Mundial.

El segundo destino de este diplomático fue Ceilán, una isla que tenía una cierta importancia para los intereses españoles, al ser un punto neurálgico entre las comunicaciones entre Europa, el extremo Oriente y Oceanía, especialmente tras la inauguración del canal de Suez en noviembre de 1869. Colombo era una de las primeras escalas que hacían los vapores que pasaban del mar Rojo al mar Arábigo. Desde allí se podía ir a las posesiones inglesas de la India, a Batavia, la capital de las indias holandesas en Indonesia; continuar el viaje a Indochina, Hong Kong, los puertos francos de China o adentrase en el océano Pacífico con dirección a Filipinas, Japón, Australia o América. No hay que olvidar que España mantenía importantes territorios en el Asia Pacífico hasta finales del siglo XIX, no solo las Filipinas, conquistadas en la segunda mitad del siglo XVI, sino también otros archipiélagos como las Carolinas, las Marianas o las Palau.

Adolfo de Rivadenyera había nacido en Valparaíso en 1841. Su padre, uno de los editores más importantes del siglo XIX autor de la Bibliografía de autores españoles, que su hijo terminará, se había desplazado a Chile para llevar a cabo una aventura editorial en el sector de la prensa, participando en la fundación del diario El Mercurio. De hecho, fue en Chile donde conoció a su esposa, Nieves Sánchez, y nació su primer hijo. Siete años más tarde la familia regresó a España. Adolfo estudió en Alemania, Francia, Bélgica e Inglaterra, dominado cinco lenguas vivas así como el latín. Más tarde aprendería árabe y persa. Su carrera diplomática empieza en 1863 como Joven de Lenguas con destino el Mediterráneo oriental, ocupando destinos en Beirut 1864-1867, Jerusalén, Ceilán en 1868 Damasco 1869-1870, Persia 1874-75 y Mogador en 1878 donde estará poco menos de un año, regresando a Madrid donde falleció en febrero de 1882, a la edad de cuarenta años.

Como muchos otros compaginó la representación de los intereses nacionales con la escritura de libros de literatura de viajes. Este autor nos ha legado dos obras: Viaje de Ceilán a Damasco y Viaje al interior de Persia. La primera vio la luz en Madrid en 1871 y ha sido reeditada en tres ocasiones. La primera en Santiago de Chile 1949, a cargo de Ramón de la Serna para los subscriptores de la editorial Cruz del Sur en dos volúmenes con el título El Correo de Bagdad. Del Irak a Siria por la ruta clásica de los Mercaderes. La segunda edición data de 1988 en la editorial Laertes de Barcelona con una introducción de Lily Litvak y en el año 2006 en Madrid en Miraguano, a cargo de Fernando Escribano Martín.

Adolfo de Rivadeneyra tiene un estilo claro y sencillo, el cual se aleja de los viajeros románticos como Chateaubriand, lord Byron, Lamartine, Nerval o Gautier, que habían hecho del Mediterráneo oriental un espacio fantástico, producto más de sus ensoñaciones que de la realidad. Es por ello que Rivadeneyra deja clara cual es su intención a la hora de escribir sus memorias: “Somos tan pocos los españoles que salimos de Europa, que cuanto sabemos de lejanas tierras tenemos que leerlo en libros escritos por extranjeros, y casi siempre por franceses, cuyas obras, por cierto, no brillan por exactas, y retratan demasiado el carácter impresionable de sus autores.”

Hay que tener en cuenta que cuando Rivadenyra escribe sus libros el romanticismo daba sus últimos coletazos y acababa por cansar a los lectores por su búsqueda de escenarios exóticos, de la belleza o de la libertad; naturalezas inhóspitas, meditaciones en las ruinas, aventuras o romances imposibles. La literatura realista se había ido haciendo un hueco con autores como Tolstoy en Rusia, Dickens en Inglaterra, Zola en Francia o Galdós en España. Era necesaria una nueva visión que se ajustara a la realidad, en la cual el autor dejara a un lado su sensibilidad y su subjetividad para trasmitir lo que percibía. Eso es lo que hizo Adolfo de Rivadenyera.


BIBLIOGRAFÍA

BECKER, Jerónimo: Historia de las relaciones exteriores de España durante el siglo XIX. Madrid, Jaime Ratés, 1924.

CORDOBA, Joaquín Mª (ed): Españoles en Oriente Próximo (116-1926), aventureros y peregrinos, militares, científicos y diplomáticos olvidados en el redescubrimiento de un mundo. Revista Arbor, Madrid, CSIC, marzo-abril 2005.

CORDOBA, Joaquín Mª y PEREZ PIE, Mª C.. (EDS) La aventura española en Oriente [1166-2006]. Viajeros, museos y estudiosos en la historia del redescubrimiento del Oriente Próximo Antiguo. Madrid, Ministerio de Cultura, 2006.

FIELDHOUSE, David: Los imperios coloniales desde el siglo XVIII. Madrid, Siglo XXI, 1984.

ESCRIBANO MARTÍN, Fernando: “Un gran viajero, arqueólogo y pionero en Oriente: Adolfo de Rivadenyra” en en el catálogo de la exposición La aventura española en Oriente [1166-2006]. Madrid, Ministerio de Cultura, 2006. pp 153-161. Edición de J.Mª Córdoba y Mª C. Pérez Pie.

-“Los viajes por Oriente de Adolfo de Rivadenyra” en Sociedad Geográfica Española, nº 24, 2006, pp 98-109.

-“Adolfo de Rivadeneyra, un diplomático español al servicio del estudio y del viaje por Oriente” en Arbor, Madrid, CSIC, 2005, pp 773-784. Joaquín Mª Córdoba (ed)

GARCIA-ROMERAL PEREZ, Carlos: Bio-Bibliografía de Viajeros Españoles (Siglo XIX). Madrid, Ollero & Ramos, 1995.

LITVAK, Lily: El Ajedrez de Estrellas, crónica de los viajeros españoles en el siglo XIX por países exóticos(1800-1913). Barcelona, Laila, 1986.

-El Sendero del Tigre, exotismo en la literatura española de finales del siglo XIX (1800 1913). Madrid, Taurus, 1986.

MARTÍN ASUERO, Pablo: España y el Líbano, (1788-1910) viajeros, diplomáticos, peregrinos e intelectuales. Madrid, Miraguano, 2003.

-Damasco otomano en textos en español (1808-1920), Madrid, Miraguano, 2004.

-Viajeros hispánicos en Estambul; de la cuestión de Oriente al reencuentro con los sefardíes (1784-1918), Estambul, Isis, 2005.

-Descripción del Egipto Otomano según las crónicas de viajeros españoles, Hispanoamericanos y otros textos en español (1806-1920). Madrid, Miraguano, 2006.

-“Los diplomáticos españoles y el redescubrimiento del Imperio Otomano” en el catálogo de la exposición La aventura española en Oriente [1166-2006]. Madrid, Ministerio de Cultura, 2006. pp 133-142. Edición de J.Mª Córdoba y Mª C. Pérez Pie.

-“Representantes españoles en el imperio Otomano, entre la diplomacia, la crónica y la literatura (1784-1886)” Arbor, Madrid, CSIC, 2005, pp 773-784. Joaquín Mª Córdoba (ed)

RIVADENEYRA, Adolfo de: De Ceilán a Damasco. Madrid, Miraguano, 2006. Edición de Fernando Escribano Martín.

-Viaje al interior de Persia. Madrid, Miraguano, 2007. Edición de Fernando Escribano Martín.

TOGORES SANCHEZ, Luis :La acción exterior de España en Extremo Oriente, Universidad Complutense de Madrid, 1992.

lunes, 1 de septiembre de 2008

Himno al Beato Manuel Ruiz

¡Oh venerable Manuel!
tu protección imploramos.
Ruega a Cristo por nosotros,
ya que somos tus hermanos.

El día cinco de Mayo,
de mil ochocientos cuatro,
viniste a la luz del mundo,
en este pueblo cristiano.

En Damasco el diez de Julio,
con una gran esperanza,
por Jesús diste la vida
encima del Ara Santa.

De Jesús Sacramentado
fuiste devoto ferviente.
Pídele que nos conceda
una buena y santa muerte.