lunes, 4 de diciembre de 2006

CONTAD A TODOS LOS PUEBLOS SUS PRODIGIOS Y DAD GLORIA AL SEÑOR!

30 de noviembre de 2006
Jornada profundamente deseada y gozosamente vivida

En el espléndido marco de la Divina Liturgia de San Juan Crisóstomo celebrada en la basílica patriarcal de San Jorge al Fanar, en ocasión de la Fiesta de San Andrés apóstol, los pastores de las Iglesias Hermanas de Roma y Constantinopla han renovado el compromiso común para continuar el sendero del diálogo hacia la anhelada unidad de todos los creyentes en Cristo.

“Las divisiones existentes entre los cristianos son un escándalo para el mundo y un obstáculo para la proclamación del Evangelio”, ha dicho el Papa Benedicto XVI en su discurso al concluir la liturgia. Por su parte el Patriarca Bartolomé I había afirmado: “Con mucha tristeza confesamos que no podemos celebrar aún juntos los Santos Misterios y oramos para que llegue el día en que esta unidad sacramental pueda cumplirse en plenitud”.

De este modo el compromiso ecuménico llevará en adelante el sello de una “Eucaristía de la vida”, es decir, reconociendo la división sufrida durante un milenio y confesando que la división es un mal vivido con tristeza y que hemos de superar en un esfuerzo común, constante y sin vacilaciones. La fidelidad a Jesucristo, único fundamento de la Iglesia, y a su Evangelio, el camino hacia la unidad nos encuentra dentro de su corazón y unidos en la oración: “ut unum sint”, que todos sean uno, como yo en ti y tu en mí, Padre (cf Jn 17, 21).

Estos encuentros, por tanto, no son solamente un gesto de cortesía, ha afirmado el Papa Benedicto en su visita al Patriarcado de la Iglesia Armenia apostólica, son ante todo un signo de esperanza compartida. Las aprehensiones y las desconfianzas pertenecen ya al pasado. Personalmente he vivido dos horas de espera en el Patriarcado armenio y los últimos veinte minutos con su Beatitud Mesrob II y otros prelados de la Iglesia Hermana en un clima de gozosa amistad.

Después de haber saludado al Sumo Pontífice decía yo luego a los amigos: he saludado a un hombre simple y feliz. En efecto, en su rostro se reflejaba la gracia del encuentro fraterno, la fuerza de la fe, la esperanza compartida y ensanchada hasta los confines de la tierra y de la historia.

Fraternalmente,

Fr. Rubén Tierrablanca, ofm.
Estambul

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